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viernes, 25 de febrero de 2022

jaguar xj12c - corgi 1/36





ERASE UNA VEZ UN GATO

El Jaguar XJC fue un producto conflictivo, desde el momento en que se presentó en el London Motor Show de 1973. Si bien era poco menos que un concept car, el público quedó encantado con su techo sin pilares centrales, que le sumaban belleza extra a la tradicional elegancia de la berlina original.

Ante tanta emoción, se decidió incorporar el modelo al catálogo de venta y ahí empezó el apuro para poner el modelo en producción.
La fabricación era casi artesanal, tenían que acortar un chasis, alargar las puertas delanteras y poner un nuevo panel clausurando el lugar de las puertas traseras.
Todo esto se hacía a base de chapa cortada, empalmada y soldada a mano.
El resultado inevitable de tanta superficie vidriada sin parantes centrales ni marco en las puertas, todo arreglado a mano con menos ciencia que voluntad, era un auto con problemas de estanqueidad y ruidos aerodinámicos que se podían mitigar pero no eliminar del todo.



Afortunadamente, en el mundo de los autitos a escala, esos problemas no existen ni opacan el sublime momento de contemplar la pieza.

El modelo es un auténtico Corgi, 100% de auténtico metal, en auténtica escala 1/36.
Lo primero que uno se cuestiona cuando lo tiene en la mano, es el público al que apuntaba semejante pieza: juguetero o coleccionista?
Seamos honestos, hace cincuenta años no había coleccionistas. Quizás hubiera tipos que compraban algunos autitos, pero desde el punto de vista del marketing, no creo que movieran la aguja de la demanda.
Es decir que el producto apuntaba al público infantil. Debió ser una infancia muy distinta, con este tipo de estímulos.



El molde es extraño, se lo ve demasiado redondeado, sobre todo en la línea del techo. Es curioso porque este modelo tiene como contemporáneo a uno de Dinky que también la misma particularidad. Quizás fuera un efecto visual, si el auto original era acortado a la altura del techo, es natural que se viera redondeado.
Pese a esto, el molde está muy bien hecho, no tiene costuras a la vista y la pintura (o lo que queda de ella) está bien aplicada, los años le dan un cierto tacto de dureza, como para decir que si no se despego en cinco décadas, quedará ahí hasta el fin de los tiempos. No ocurre lo mismo con los cromados, que no supieron resistir el paso de los años.

El modelo es una pequeña pieza de ingeniería.
Las aperturas de puertas y capot, que comprometen la resistencia de la carrocería.
Por suerte, los años fueron cuidadosos con este ejemplar.

Acá vemos al motor, una pieza de ingeniería dentro de otra pieza de ingeniería.
El motor está conformado con dos piezas, una cromada que representa el block y otra negra para la admisión, el resultado es efectista.
Por arriba tenemos el capot, que como ya veremos, incluye un inserto metálico para la parrilla. Es decir que entre block, admisión, capot y parrilla, tenemos cuatro piezas, solamente para el motor. No es poco.



El remolque trasero, apto certificado para arrastrar transatlánticos.
El modelo se vendía solo o en combo con un remolque, aunque ignoro los motivos para tanta hipertrofia.



El tiempo dejó su huella en los plásticos cromados, que lucen un triste color, indescifrable entre el naranja y el marrón.



Es interesante la apertura del capot, con el frontal que se esconde detrás del paragolpes.
También sorprende el capot con una pieza inserta para la parrilla y las luces centrales.
Curiosamente, el inserto del capot es metálico, mientras que los insertos de luces y paragolpes son plásticos.
Este inserto metálico con dos luces y una calandra, contrasta con el inserto plástico inferior que representa paragolpes y la parrilla inferior.
También son insertos las luces principales.
Sumando insertos tenemos un paragolpes, dos faroles, una parrilla y -si quieren- un capot, totalizando 5 piezas en la trompa.
Por eso hablaba de ingeniería, y recuerden que hablamos de un juguete!



Las luces traseras vienen pintadas en un naranja más extraño aún que el de los paragolpes descromados. Tengo otro Jaguar igual con las luces igualmente coloreadas, lo que indica que no se trata de alguna customización trasnochada, sino del auténtico color que Corgi usó para pintar las luces traseras.
Imagino que usaron este color para que la pintada no quede perdida en medio de la pintura roja.



En estos tiempos de autos con ruedas pornográficamente explícitas, resalta la sutileza del guardabarros trasero que apenas cubre la parte superior de la cubierta.
Y de paso, aprovechen y admiren la belleza de las tazas de las llantas.



Las fotos son claras pero no transmiten la suavidad de las aperturas, el modesto "click" de las puertas al cerrar, la discreta suspensión o la suavidad al rodar sobre la mesa.



Y el peso, son 13 centímetros de metal que totalizan 170 gramos de diecast, cualquier inolvidable pesa menos de la mitad con base incluida.



Parece un autito, pero en realidad es un pedazo de historia, es que ya no los hacen así.






That's All Folks!



Gaucho Man
el adyacente




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martes, 15 de febrero de 2022

dossier especial: psicologia del coleccionista

 



EL COLECCIONISTA, ESE ANIMAL

Hace un tiempo, mi viejo amigo el Vasco me pasó un documento sobre la 
psicología del coleccionista; un opúsculo de unas 15 páginas.
Aparentemente es una tesis, o la transcripción de un artículo de una revista de psicología.
En tal sentido, les comparto el resumen de un resumen, lo poco que entendí de alguien que, a juzgar por su redacción, entendía menos que yo del tema, y también se puso a escribir.

Empiecen a leer y después me cuentan hasta dónde aguantaron.

Como para que se entienda la importancia del coleccionismo en nuestro mundo actual, sepan que uno de cada cuatro españoles es coleccionista. En Estados Unidos es uno de cada tres. El coleccionismo moderno empieza en el coleccionista, sigue en los grupos y termina proyectándose socialmente.
Es evidente que se trata de un negocio que mueve muchos intereses, algunos más valiosos que el mismísimo dinero. Es que en algunos rubros, el valor de las colecciones es incalculable, piensen en piezas arqueológicas, históricas o de valor científico (como los locos que coleccionan meteoritos). En países desarrollados, muchas de estas colecciones son reconocidas y hasta subvencionadas por el estado.

El documento denuncia que nadie hizo un estudio exhaustivo de la siquis de los coleccionistas y dice que sería altamente necesario.
Yo me pregunto si no ha sido hecho ya, por ejemplo por el sector de marketing de Ixo o de Salvat.

Desde mi total ignorancia, me pregunto, si realmente el coleccionismo es la respuesta humana a los desórdenes en la infancia, si fuera factible tabular la relación causa/efecto.
Por ejemplo: todos los tipos que fueron dejados por su primera novia, van a querer coleccionar objetos que le recuerden a esta primera novia (por color, formas o qué se yo). Será así de fácil?


GENERALISMOS

En estos tiempos modernos, el coleccionismo puede avanzar y convertirse en una mitología que ayuda al hombre moderno a sobrellevar misterios y angustias tan profundos como el tiempo o la muerte, aunque ya sabemos que por motivos de autocensura y subconsciente, ningún coleccionista va a admitir que tiene miedo a a esas cosas tan insignificantes.



Del mismo modo, va surgiendo una nueva especie de hombres que encuentran sentido a su existencia apoyándose en sus posesiones.
Un amigo mío decía que la felicidad estaba en las pequeñas cosas: un pequeño deportivo, un pequeño departamento, una pequeña mansión, un pequeño yate, una pequeña fortuna, etc.
Y entre las posesiones de cada individuo, las colecciones se llevan el protagonismo.
Más allá del valor comercial que pueda tener la colección, hay un valor subjetivo asignado por el coleccionista, la colección es su tesoro, aunque el tipo coleccione carozos de aceituna o colillas de cigarrillo encontradas en la calle.


GENERALIDADES

No entendí demasiado de la relación del coleccionista con el autito, digo con el objeto, pero decía que el coleccionista le atribuye un determinado valor; y el coleccionista, como dueño de todo eso, se impone como amo y señor de ese tesoro tan valorado. El coleccionista le entrega su "amor" y la colección se lo retribuye en silencio, algo así como una amante sordomuda o un espejo para que nos apoyemos nosotros, los que somos débiles de espíritu.

Algunos van más allá y postulan que la colección es un paliativo para sobrellevar las frustraciones de cada uno y superar sus bajos valores de autoestima, eclipsándolos tras un planeta privado que constituye la colección, es decir el reino secreto de nuestro amigo el coleccionista.



También están los que relacionan al coleccionismo con una forma de consumismo. Los sicólogos más ortodoxos relacionan al coleccionismo con una regresión a la etapa anal, todo eso sublimado en las conductas típicas del coleccionista (
de orden, acumulación y satisfacción).

Otros más moderados señalan que la colección cubre espacios vacíos de afectos y apegos.
Un corolario de este postulado sería la teoría más terrenal que pone al coleccionismo como un pretexto para explorar, relacionarse con el medio y hacer amigos o buscar novia.

Hay uno que relaciona al coleccionismo con el instinto primitivo de guerra y cacería, el vértigo de buscar, acechar, cazar y cobrar la pieza, con el correspondiente sentimiento de logro asociado. En lo personal, me cuesta ponerlo en esos términos, pero lo veo bastante coherente. No por nada, entre los coleccionistas se suele hablar de "cacerías" y te muestran un autito.

También identifican al coleccionismo como respuesta a una necesidad de cambio, deseo de experiencias, de conocimiento o competencia, todo eso apuntalando a la autoestima, el deseo de pertenencia, y atrás de todo, el sentido de preservación, la inversión financiera o la adicción.
En lo personal creo que la adicción que ponen en último término, está muy relacionada con el 
deseo de experiencias, de conocimiento o competencia que mencionaron en primer lugar.




Hilando fino, hay tantas motivaciones como coleccionistas, con lo cual, estos patrones siempre quedan desfasados. Piensen que hasta un mismo coleccionista puede tener distintas motivaciones, según el momento de su vida o del día.

En cualquier caso, queda claro que todos buscan la satisfacción, y sean los motivos que fueran, siempre apuntan a la felicidad como último resultado, en eso somos todos iguales.


GENERALIZACIONES

El tratado incluía un par de páginas analizando, justificando y describiendo las colecciones, pero me resultó muy complejo para resumir, y si no puedo entenderlo para ponerlo en mis palabras, no existe, no importa, no sirve. Por eso, hay párrafos enteros que ni siquiera me molesté en copiar.

Hablan de la cantidad, pero no en sentido numérico sino para aclarar que una sola pieza no es colección, que siempre hace falta alguna más, lo que transforma la vida en una eterna búsqueda del autito o la estampilla que falta.

Me encantó esta frase, aunque no pude entender qué es lo que quisieron decir:
Una colección es un conjunto de fragmentos de una totalidad, constituida por criterios únicos, con tendencia a la permanencia.
Qué sabrá esta gente del diecast!



También enumeraban de las etapas de incorporación de una nueva pieza (elección, compra, espera, búsqueda de información, encuentro, amor instantáneo, compartirla y vuelta a empezar), pero eso ya lo escribí yo varias veces sin necesidad de estudiar sicología (en verdad me hubiera venido bien para entender todo esto que estoy traduciendo).
Decían que este ciclo era comparable a los ciclos de vida y muerte, que se repiten y se repiten y se repiten y así sucesivamente...


GENÉRICOS

También se señalaba el aspecto grupal del coleccionismo, la necesidad de encontrarse entre otros coleccionistas, formando grupos.

En los grupos hay apoyo y fraternidad (menos en el grupo de este blog), y también se replican los distintos roles que aparecen en todo grupo humano.
Está el rol del "super coleccionista" que es el status que cada uno ansía para si mismo.
También está el "otro" que tiene tiene lo que no tenemos.
Como pasa en otros aspectos de la vida, siempre hay algo que no tenemos pero también tenemos algo que los otros no tienen.

Finalmente, se traza la necesidad de comparar coleccionistas con tipos normales. La idea sería evaluar las diferencias y semejanzas en los comportamientos que resultan de un mismo estímulo. Muy interesante pero parece que nadie lo hizo.

Queda la idea de que están examinando a los coleccionistas como yo examinaría un batracio, es decir con una mezcla de asco y desconfianza. Poco faltó para que pusieran como título "el coleccionista, ese animal" (un excelente título, ahora que lo mencionan).
Como si ninguno del rubro psicoanalista fuera coleccionista de pipas, de lapiceras, de candados o de estampillas.



Termino acá para no extenderme tanto, les dejo la inquietud y la posibilidad de defenestrar las conclusiones.




That's All Folks!




Gaucho Man
el freudiano



Fuente: El Coleccionista y Su Tesoro, Isabel Pinillos Costa.
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