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viernes, 25 de abril de 2025

peugeot oxia - ale tano 1/43

 



EL LEON EN LOS OCHENTA

Los ochenta fueron años felices para Peugeot.
Con el 205 Turbo 16 ganó campeonatos de 1985 y 1986. Luego llegó el 405 T16 Grand Raid, que ganó varios raids entre 1988 y 1990, y con el 405 Turbo 16 ganaron la subida de Pikes Peak en 1988 y 1989.
Esta euforia también los motivó a desarrollar varios concepts, como para acentuar la imagen de la empresa aprovechando el buen momento.



Así surgieron el concept Quasar de 1984 y el Proxima en 1986 (ambos olvidables, si me lo preguntan).
En 1988 presentaron el Oxia.
Y acá comienza lo que quería contarles.


EL LEON CONTENTO

El Oxia fue presentado en el Salón del Automóvil de Paris en 1988.
El auto era un stand tecnológico y una especie de prólogo patafísico a los prototipos de Endurance que luego correrían en Le Mans en 1992 y 1993.
Tenía un chasis hecho con paneles de aleación aluminio en forma de panal de abeja, imagino que sería una versión modernizada del Ford J-Car de los sesenta.



La carrocería estaba hecha en kevlar y carbono combinados con resina epoxi.
El conjunto medía 4610mm de largo, 2020mm de ancho y apenas 1130mm de alto; tenía CX de 0.30 y pesaba 1374kg.
El alerón trasero se ajustaba en función de la velocidad.
Adelante del parabrisas tenía 18 células fotoeléctricas que alimentaban a la electrónica de a bordo. Es que tenía mucha electrónica, tanto en el tablero digital como en la computadora y los periféricos para monitorear la telemetría.



El motor era un PRV v6 de 24v, doble árbol, 2849cc, doble turbo, 680cv y par 730Nm. Caja de seis marchas, tracción integral con distribución 25% adelante y 75% atrás y neumáticos Michelin.
Todo esto resultaba en una aceleración de 0 a 100 en 3.6 segundos y velocidad máxima de 348 Km/h, aunque en alguna tirada llegó a los 407 km/h.



Se construyeron dos unidades que anduvieron dando vueltas en exposiciones por todo el mundo, hay quien asegura que también estuvieron en Argentina.


EL LEON COLECCIONABLE

Tengo conocimiento de este modelo desde antes de empezar a coleccionar, y siempre lo tuve en la mira, aunque la verdad es que jamás vi ninguno.



Ahora Google me cuenta que hay varias opciones armadas en resina (Ministyle, Ministar, Record) y otras en kit (Provence Moulage, Starter), todo siempre en 1/43. También vi uno en escala 1/87 (Vertiges, yo tampoco la conocía).


EL LEON EN 3D

Finalmente, decidí que podía encarar el proyecto aplicando tecnología 3D.
El proyecto me llevó por lugares insospechados.



Lo primero, un amigo que me dio un link de un sitio de venta de archivos para imprimir en 3D. Compré el archivo, recibí el archivo. Resulta que no todos estos archivos son aptos para imprimir, muchas veces depende de la escala en que uno lo va a imprimir, también hay zonas que son demasiado delgadas y pueden quebrarse, entonces hay que "mejorar" el archivo. Esto significa editarlo, y como tantas otras cuestiones de este hobbie, hay quienes tienen las herramientas y saben usarlas.



Así las cosas, debí enviar el archivo a otro amigo que lo adapte para la impresión artesano amigo (esto fue lo segundo).
Afortunadamente, mi amigo también entiende de pintura y calcos, por lo que le encargué que me lo deje para armar (esto fue lo tercero: recibir una carrocería pintada, calcos y otras partes para armar el modelo.



Para mi fue todo un desafío, dado que había dejado de armar autitos hace ya casi cinco años.
Cinco años menos de pulso, cinco años menos de vista.




EL LEON ARMADO EN CASA

El primer desafío fue el interior, para que se entienda, les muestro una foto del antes y alguna del después.







La carrocería estaba pintada aunque tuve que dar algunas pinceladas al motor que asomaba por la ventana trasera.

La mayor dificultad fue cortar y colocar los transparentes en los vanos de las ventanas.
Para variar, no quedé conforme con el resultado.
Misma conclusión para el limpiaparabrisas.



Un acierto del modelista fue proveerme de calcos imitando las luces.



Al menos para el primer golpe de vista, las luces se ven muy reales.



Las ruedas están pegadas a la base de modo que no pueden girar ni un poquito.
Queda para alguna tarde de lluvia colocarle discos de freno.



Como mencioné, llevaba cinco años sin embarcarme en ninguno de estos proyectos.
Ahora estoy con la casa en construcción, por lo que mi taller está todo embalado en una caja en casa de mi padre, es decir que apenas contaba con un cuter y un par de fibrones, en muchos casos debí improvisar.



El interior está pegado a la carrocería con cinta adhesiva, por si alguna vez necesitara desarmar para alguna reparación. Del mismo modo, la carrocería no está pegada a la base.
El resultado es tan sutil como livianito, apenas 23 gramos, tenerlo en la mano es como sostener la cáscara vacía de un huevo. Para que se entienda mejor, es diez veces menos que un Brooklin (la Estanciera Brooklin pesaba 241 gramos) y la cuarta parte que un Inolvidable (la Estanciera Inolvidable marcó 93 gramos).



El resultado está a la vista, espero que les guste.

Como dije, hacía cinco años que no encaraba ningún proyecto.
Cinco años que no pasaron solos, sino que también se llevaron algo de mi vista y mi pulso.
La paciencia es la misma de siempre, lo cual tampoco es buena noticia.
La única buena noticia es el autito terminado.
Como con otros trabajos, me produjo una mezcla de entusiasmo, pasión y orgullo.
Pero también me causó ansiedad, miedo, impaciencia y mucho stress.
Y al final, a la vista de los errores (que sólo descubro analizando fotos) y el pobre resultado, experimento desilusión, frustración y enojo.
Nada de esto es nuevo, para buscar diferencias con otros trabajos, habría que medir porcentajes e incidencias de cada sentimiento, algo tan intangible como insignificante.
En cualquier caso, el único que pone las cosas en su lugar es el tiempo, ya veremos si tengo oportunidad, si me arriego a intentar algún otro trabajo o no.
Gracias por haber llegado hasta acá.




That's All Folks!




Gaucho Man
el agradable






miércoles, 16 de abril de 2025

ferrari 250 tdf - bang 1/43





Después del terrible accidente en Le Mans, con 83 espectadores muertos y más de 120 heridos, se revisaron las condiciones de seguridad en autos y pistas.



Una de las medidas tomadas fue utilizar vehículos homologados. Los autos debían ser verdaderos GT que pudieran correr y también circular por las calles de la ciudad, con bocina y luz de giro.
En Ferrari tomaron nueve unidades de la última serie de las anteriores Ferrari 250 Europa GT, se les aligeró el chasis y se redujo su peso al mínimo, usando paneles de aluminio, ventanas plásticas y sólo el parabrisas de vidrio.



Se les añadió un tercer volumen y algo parecido a las colas que se estaban imponiendo en el gran país del norte, y así surge la serie de las Berlinettas.



La berlinetta Ferrari 250 GT LWB “Tour de France” tenía motor V-12 de 3.0 litros con carburadores Weber triples, 280 CV de potencia en las versiones más picantes, y una notoria carrocería de aluminio ligero, diseñada por Pininfarina y construida en talleres de Scaglietti.



Debutó en el Giro di Sicilia de 1956 ganando en su clase con el piloto oficial de Ferrari Olivier Gendebien, ya conocido del blog.
Ese mismo año, Alfonso de Portago gana el Tour de France, con lo que el Commendatore se siente motivado para bautizar Tour de France a la nueva máquina.



Gendebien volvió a ganar el TDF en 1957 y 1958.



Se fabricaron 77 unidades, casi todas usadas para correr y generalmente muy maltratadas por la competición.
Acá tenemos una unidad que corrió el GP de Paris de 1960.



Hablando del modelo, tengo el dato de su First Edition en 1993.
Sé que a muchos no les interesa esta información, pero a mi me interesa saber que se fabricó hace 32 años, sobre todo si tengo que compararlo con un Spark de última horneada.
Pensemos, por ejemplo qué modelos tenían Norev, Solido o Vitesse en 1993.



En ese mismo año, empecé a comprar comprar autitos de afuera, y uno de mis primeros contactos con el diecast internacional fue Bang. Mi conocimento del diecast estaba apenas limitado a Solido y Buby y una decena de fabricantes 1/64.
En ese momento, la colección de Bang se me figuró como el top del diecast. Me asombraba el grado de precisión en relación al auto real.



Por ejemplo el Ford GT40: No era un Ford GT40 genérico, sino que era el Ford GT40 que corrió en Sebring en el año 1968 pilotado por fulano y mengano. Quizás debía conceder un guiño de benevolencia asumiendo la honestidad comercial de esta gente, dado que yo no tenía modo de verificar si este autito reproducía cabalmente las formas, colores, decoración y filiación que ofrecía Bang.
Tanta precisión sólo era digna de ser apreciada por profesionales!
Modelos para profesionales, esa fue mi impresión.



La caja de cartón negro con caligrafía en blanco y el logo en letra cursiva roja, muchas aclaraciones, precauciones, patentes, y otras indicaciones en letra chiquita y el sello "Made in Italy" plasmado en todas las caras.
Por un lateral, asomaba el transparente que dejaba ver un costado del autito. Mostraban el autito, no un dibujito pedorro! el autito de verdad, what you see is what you get!
Y una tarjeta con el logo de Ferrari, algún dato del modelo real y una especie de estampilla adhesiva certificando "modello prodotto su approvazione Ferrari", es decir "modelo producido con la aprobación de Ferrari".



Ese cartón era una Declaración Jurada, un Estatuto al portador!
Con ese documento en la mano, hasta un paparulo como yo podía sentirse parte de la leyenda escrita por el Commendattore, Fangio, Lauda o Reutemann, cualquiera de esos!
Es que eran modelos para profesionales, ya lo dije.



Dejando de lado mis devaneos patafísicos, avanzamos con el modelo, empezamos por la base, que incluye una sintética reproducción de órganos mecánicos y un voluntarioso sistema de escapes cromados.
Como datos filiatorios, aclara la escala, nombre de fabricante y un orgulloso "Made in Italy".
También incluye un autoadhesivo con el nombre del auto y un número 426. No sé si este número es el identificatorio dentro de la colección o un número de serie de tirada limitada. 



Poniendo el modelo sobre sus ruedas, se aprecia el esmero puesto por el fabricante en colmar el modelo de insertos, ahí donde otros fabricantes contemporáneos se conformaban con sobrerrelieves en el metal y plástico, o simples pinceladas.



A esta altura, ya sabemos que un inserto es una apuesta al destino, un desafío a la precisión industrial que dimensiona y fabrica los componentes y otro desafío a la capacidad de armado prolijo y derecho.
Siempre mirando la variable costos, el fabricante debe decidir un acabado de bajo perfil pero bien medido o un modelo lleno de insertos, aunque algunos queden torcidos o mirando para el otro lado.
Y recuerden que esto ocurría en 1993.



Mirando el modelo, van a adivinar la decisión de Bang.



Empezando por delante, lo primero es la parrilla, ancha y cuadriculada, casi sonriente, tan ovalada que hace pensar en un Ford Thunderbird (la versión remake del año 2000). Toda en plástico con algo de oscuridad más por dentro, el efecto es de realismo sorprendente.
Hoy en día, se ve exagerada, casi ridícula, pero piensen que hace treinta años, esta parrilla, así como la ven, arrancó sonrisas complacidas de muchos coleccionistas profesionales.
Obviamente el cuadriculado de las lamas se vería mucho más realista si estuviera hecho en metal fotograbado, aunque no tengo idea de cómo reproducir semejante cuadrícula con flejes de metal casi capilares.
 


A los ojos actuales, las luces no son gran cosa, de todos modos hay que decir que tienen un ajuste muy correcto, mejor que algunos modelos de factura actual.
Abajo se insinúan unos redondelitos inexplicables, como si hubieran querido denotar luces que no pintaron, o tomas de aire que no calaron. Misterio para los coleccionistas profesionales.



Avanzando sobre el capot, se ven los ajustes del capot, que deberían estar pintados de algún color, me lo agendo para alguna tarde de lluvia.
Limpiaparabrisas insertos en plástico cromado y sendos cavallinos rampantes.



Bajando un poco más a los laterales, se ven las salidas de aire, también insertos de plástico cromado. Esta vez los italianos apostaron y salieron ganando.



Más atrás los picaportes, otra apuesta ganada.



Del otro lado, la ventana lateral tiene el vidrio bajo y permite ver el tablero y un volante cromado, de dudoso gusto. La palanca de cambios también es inserto cromado, pero queda más escondido.
Piedra libre para el calco de la puerta que quedó torcido, y no es el único.



Un detalle que me encantó fue el realismo de los caños de escape que transcurren por debajo, miren cómo se aprecian, ligeramente insinuados en esta vista lateral.
Algo tan simple y obvio, fue una trampa mortal para otra Ferrari 365 GTB4 de un coleccionable mucho más reciente, un modelo hermoso que arrastraba los escapes como si fuera una vergüenza!



Estos escapes llegan hasta la popa y asoman con cierta impertinencia.
Noten el realismo de los caños agujereados.



Otro inserto digno de mención, que tal vez no necesitaba ser cromado, es la tapa del tanque de combustible que asoma sobre el baúl.
También se aprecia una de las luces traseras. La del otro lado no queda mejor, quizás les hubiera sentado una pincelada de borde cromado.



O una pieza de plástico cromado y los pilotos rojos denotados con pintura, como Best Model hizo con la Ferrari 365 GTB4 que conocieron en este blog.
Y como si esto fuera poco, los dos calcos torcidos.
En cualquier caso, acá Bang perdió la apuesta, aunque la salvó el color de la carrocería.



Aunque lo mejor, sin lugar a dudas, son las ruedas.
Me pasaron el dato que el proveedor de llantas fotograbadas era BBR.
No tengo manera de confirmar la versión, pero tampoco me cuesta tomarla como cierta.
Esas palomillas son una obra de arte.



Los dejo con las fotos, disfruten que es gratis.




That's All Folks!




Gaucho Man
el ínclito




Fuentes:
https://rmsothebys.com/auctions/az25/lots/r0064-1958-ferrari-250-gt-lwb-berlinetta-tour-de-france-by-scaglietti/
https://espirituracer.com/reportajes/ferrari-250/#google_vignette






viernes, 4 de abril de 2025

corvette c3 - enciclopedia 1/43

  


DOS TIPOS AUDACES
El sonado caso del auto con forma de botella


Gasset estaba encorvando su abundante humanidad sobre la mesada, a su lado la cocina con el horno abierto, que exponía innumerables salpicaduras teñidas de negro por años de uso que no habían conocido una limpieza. Por fuera la cocina también estaba cubierta de manchas rancias.
Ortega miró el horno con desconfianza y aventuró a preguntar.
- Qué comemos hoy?
Gasset respondió sin siquiera mirar a su amigo.
- Cocina experimental!



Ortega prefirió cambiar de tema.
- Lo vio al último de la colección de Americanos? Como cambió el coleccionismo! Hasta hace un tiempo, uno se la pasaba años detrás de una pieza. Se investigaba, y si se tenía suerte y algún amigo, se conseguía de afuera. Hoy se quejan a la editorial porque no salió en la fecha anunciada, un autito que jamás pensaron en tener...
Gasset picaba cebolla sobre una tabla con manchas que Ortega no alcanzó a identificar.
- Los coleccionables son buenos para los coleccionistas...



Ortega se puso de pie violentamente.
- No! Eso es como decir que WhatsApp mejora la comunicación. Ya no existe el coleccionista que sabe lo que colecciona. Nadie sabe lo que compra. Nadie investiga. Nadie comparte. Salvat puede inventar un auto y la gente lo compra igual. Hay gente que compra autitos pero sabemos que no son coleccionistas. Los coleccionables han matado a los coleccionistas. Como todo, el coleccionismo también se hizo berreta...



Gasset dejó la cebolla picada en una fuente con un jugo misterioso, seguramente resabio de la comida anterior y arremetió con dos morrones.
- El secreto está en picar el morrón muy fino, como si fuera cebolla -dándose vuelta, enfrentó a su amigo blandiendo el cuchillo en una mano y el morrón en otra mano-. Y déjeme redoblar la apuesta. Hace sesenta años, los coleccionistas se hacían los autitos de madera. Luego llegaron los modelos de papel y finalmente los kits plásticos (años cincuenta/sesenta). Después el famoso diecast. Primero, los autitos se vendían de a uno, pero ahora le venden la colección completa, hasta le dictan los modelos que debe tener en su vitrina. No se puede negar que los modelos mejoraron, pero al mismo tiempo, es notoria la disminución del compromiso del comprador, ya no arma, no recorta, no pinta, no modifica, ni siquiera destornilla de la base, y algunos ni siquiera sacan de la burbuja. Es un signo de los tiempos, el progreso va para ese lado, y no sólo en coleccionismo. Hoy hay más oferta, el autito está más cercano, en precio y distancia de casa al kiosko, pero esa facilidad nos impulsó a la compra indiscriminada. Está en cada uno de nosotros tomar un camino o el otro.



Ortega todavía desconfiaba del menú sorpresa que le prepararía su amigo.
- Y qué más le pone a eso?
Sin decir palabra, Gasset le mostró una morcilla, que estaba pelando pacientemente, como si fuera una banana pasada de madura.
Ortega siguió con su teoría.
- El tipo que compra una colección es coleccionista de colecciones, no de autitos. Ni saben que significa "DieCast". Las editoriales aprovechan esta ignorancia y sacan infinidad de colecciones, hasta en escalas inventadas o directamente fuera de cualquier escala. Apenas un puñado de coleccionistas siguen estas colecciones. El resto es la manada que en unos meses dice venden la colección completa a $10.000.000", y se ponen a comprar la colección de "Billetes del mundo".



Cuando Gasset terminó con la morcilla, la desparramó sobre la fuente y tomando una vieja cacerola tiznada por fuera y por dentro, extrajo un pedazo de mondongo. Lo puso sobre la tabla y lo cortó en finas tiras, como si fueran fideos caseros. Sólo habló cuando reparó en su amigo que lo miraba aterrado.
- Por favor, alcánceme de la heladera un frasco de dulce de leche.
Ortega lo miró con horror en sus ojos, conteniendo las arcadas.
- Me niego!
Gasset lo ignoró.
- Por favor, no sea estructurado, ya le dije que esto es cocina experimental! Le iba a decir, el otro día leí un post de un tipo de 83 años, 50 de ellos dedicados a armar kits de white metal y resina.



Ortega respondió resignado mientras se dirigía a la heladera.
- Parece ser, que solo los gerontes son coleccionistas. Cuando esa gente ya no esté, el coleccionismo que conocemos, habrá desaparecido a manos de las editoriales y de la gente que compra coleccionables...
Entregó el frasco de dulce de leche a Gasset.
- No me ponga esa cara, abra el frasco y mire. Ve esos grumitos blancos?
Gasset lo miró con ojos aterrorizados.
- Por favor, deje los convencionalismos, es simplemente ajo picado! Los neocoleccionistas se van a aburrir mucho sin nosotros, sin nadie de quien reírse.



Gasset pintó el mondongo con el dulce de leche aromatizado con ajo. Ortega respondió pensativo.
- Es cierto. Se van a tener que hacer bullying entre ellos... Como se imagina la generación de coleccionistas siguiente a la actual de kioscos? Me refiero a la personalidad del coleccionista. Hoy se enojan con la editorial y compran cualquier cosa, sin saber nada del autito. Y la siguiente?
Gasset se tomó todo el tiempo del mundo para terminar con la fuente agregando algunos vegetales, luego miró a su amigo y le espetó.
- Las generaciones Z y Alfa (nacidos unos después de 2000 y otros después de 2010) vienen con muchas preocupaciones, con poca plata y sin ganas de nada, difícilmente se dediquen a coleccionar. Y si coleccionan, van a ser colecciones desganadas, arbitrarias e irregulares, casi por casualidad: un autito que me gané en una rifa, otro de la promo Shell, uno de un huevito Kinder, uno que me regaló la tía Pocha cuando cumplí 7 años y otro que me compró mi novia en el primer aniversario. No espere sutilezas, al menos hasta que crezcan, acuérdese que el coleccionista se despierta a los 40.
Ya con el horno cocinando la cena, Ortega repitió su pregunta anterior.
- Lo vio al último de la colección de Americanos? El Corvette azul.



Gasset entrecerró los ojos.
- El Corvette, el auto con forma de botella de refresco, el deportivo barato de los yankis pobres. Sí, lo vi. Me gustó.
- Qué le gustó? -preguntó Ortega mientras manipulaba una botella de vino para quitar el corcho.
- El color, la limpieza del diseño, la limpieza de la trasera. Los escapes, las luces, son una delicia.
- No le vio algo raro, como que le faltara algo? - preguntó Ortega ya con el corcho en la mano.
- Piense que es un auto con pocos insertos, si ni siquiera tiene manijas en las puertas, gracias que tiene un espejito lateral, uno solo! Está condenado a verse como incompleto. Por eso le aplaudo las tampografías que llenan un poco los espacios -miró a su amigo al tiempo que se ponía de pie y avanzaba hacia la cocina- Y a Usted qué le pareció?
- Lindo, pero no le encontré los limpiaparabrisas.
- Epa! No será que estaban escondidos abajo del capot?
- No sé, estuve mirando en la web y es como si los C3 no tuvieran escobillas.



Gasset abrió el horno y sacó la bandeja, envuelto en una nube de vapor.
- Es que Usted mira el vaso medio vacío, el bosque no le deja ver el árbol. No le gustó la delantera, con esa parrilla que parece tener pintura negra entre cromo y cromo? -sacudió las manos para disipar el humo y miró a su cofrade-. Trajo vino? Permítame.
Ortega le alcanzó la botella, Gasset echó una cantidad generosa de vino sobre la bandeja y le dijo.
- Acérquese con esos dos platos, ahora viene lo mejor!
Ortega tomó los platos y, arrastrando los pies, se acercó a su amigo.




That's All Folks!




Gaucho Man
el avieso