
CREASE O NO
Una de las vetas más fascinantes de nuestra categoría de TC es la profusión de historias y anécdotas, muchas de ellas preservadas por tradición oral, algunas tan fantásticas que, aunque estén debidamente documentadas, califican directamente como mitos o leyendas urbanas.
Carreras, hombres y máquinas entreveradas en historias con olor a nafta, fierro y aceite recalentado.
Hoy les quiero compartir una historia que me llegó de casualidad.

CARRERAS ERAN LAS DE ANTES
El Señor Ernesto Petrini (1919-1980) no tuvo muchos triunfos ni estuvo entre los punteros.
Para correr hacía falta mucho dinero y el hombre no siempre tenía la liquidez necesaria.
De todos modos nunca pasó desapercibido, fue un piloto velocísimo, compartió la época de oro con Fangio, Gàlvez, Menditeguy, Alzaga, Marcilla, Descotte, Emiliozzi y otros.
Su lema "fierro a fondo", contrastaba con el carácter estratega de muchos coetáneos, lo que explica muchos abandonos, casi siempre bien ubicado, o sus 17 vuelcos.
Su máximo logro fue ganar la edición 1952 de la Vuelta de Tres Arroyos con un Ford que acusó la velocidad horaria de 170 kilómetros, récord absoluto en ruta hasta entonces.
Su carácter risueño también lo hacía accesible al favor popular, la hinchada lo seguía aunque no fuera ganador.

Era supersticioso, sobre todo después que su amigo Ricardo Risatti se matara con el número 5 en su auto.
Por eso, si en alguna carrera le tocaba el 5, al lado del sellado y en letras chiquititas, llevaba pintado “+1=6” (ver foto de abajo).
LA PRIMERA MISIÓN ARGENTINA

Allá por 1952, el Señor Petrini empieza a pensar en Europa.
El primer paso fue modificar la cupecita Ford, modificando suspensiones delantera y trasera para bajarla 12cm de altura.
También hubo reformas de chapa en la carrocería, usando mucho aluminio que rebajó el peso hasta 1.200 kg.
El motor había sido potenciado a poco más de 100 HP mediante el uso de tapas Edelbrock y otras modificaciones.

En esos tiempos peronistas, Petrini consigue una entrevista con Peròn que, como sabemos, era gran aficionado al deporte automotor.
Aparentemente el General estaba dispuesto a financiar la expedición con la condición de que el auto fuera 100% Made in Argentina.
Para "nacionalizar" las tapas de cilindros importadas, se borró el logo Edelbrock y se puso el nombre De Milo, que era el técnico que había supervisado el tema motor.
Perón los recibió en la Casa Rosada, junto a un modesto séquito de funcionarios justicialistas.
Petrini se empeñó en resaltar el carácter nacional de la cupecita mientras el General inspeccionaba atentamente el auto, deteniéndose con mucho interés en el motor.
Antes de despedirse, Perón pregunta a Petrini si "¿La admisión es Eedelbrock, no?"
Petrini admitió el engaño con incomodidad y luego se despidieron con una sonrisa.
Luego Perón confirmó el apoyo oficial al proyecto.
La expedición, auto incluido, zarpó en la motonave Eva Perón, de la Flota Mercante del Estado.
El presupuesto alcanzaba para dos meses, y la idea era correr todo lo posible.
La primera prueba sería la Lieja-Roma-Lieja (más de 5.000 kilómetros en dos etapas) pero cuando la nave llegó a Génova se enteraron de que la carrera se había postergado a una fecha que los dejaba fuera de presupuesto.
Petrini se apuntó para Susa-Moncenisio, una carrera una trepada de montaña cerca de Turín.
No fue una buena experiencia, la lluvia y la inexperiencia en carreras de montaña pudieron más que el entusiasmo argento.
Terminaron abandonando por problemas en la caja de cambios.

Luego se aventuraron a la trepada de Aosta-San Bernardo.
Entre tanto auto de primera línea (había Ferrari, Jaguar, Lancia, Alfa Romeo, Maserati, etc), la Cupecita agregó su cuota de exotismo.
La Gazzetta dello Sport bautizó al Ford como Il Mastodonte.
Pese a la sorna periodística, la cupecita tuvo un honroso quinto puesto.
Nada mal, considerando que ni siquiera conocían el circuito.
Había otra carrera pero ya no llegaban con el presupuesto, por lo que decidieron el regreso.

Los devaneos internacionales de Petrini no terminaron allí, ya que en noviembre de aquel año participó de la Carrera Panamericana.
Para esta carrera de 1953 de México se anotaron una gran cantidad de Argentinos, que en su mayoría compraban los autos de Estados Unidos y después retornaban con una cantidad de repuestos al país, gozando de beneficios fiscales y comerciales.
Petrini en cambio, compró y preparó su Lincoln Capri en Buenos Aires y después lo embarcó a México.

Terminò 17mo, detrás de Oscar Galvez y Jorge Descotte, en una edición de la prueba mexicana caracterizada por varias tragedias, entre ellas la muerte del italiano Felice Bonetto, y finalmente ganada por Fangio con la legendaria y especialmente preparada Lancia D24.
That's All Folks!
Gaucho Man
el gentilicio
Fuentes:
http://www.historiatc.com.ar/foro/index.php?topic=2578.0
https://futbolfierrosytango.wordpress.com/2016/07/16/un-tc-en-europa-contra-ferrari-y-jaguar/