PREFACIO
Después de un Citroën 2CV y luego un DKW, ambos de color gris, mi viejo compró un Ford Falcon Futura 1965. Era el año 1970, es decir que el auto tenía cinco años. En ese tiempo, para un auto de esos, era como comprar un auto actual de un año.
Interesante evolución la de mi padre, de un dos cilindros de cuatro tiempos, pasó a un tres cilindros de dos tiempos y luego a un inline six de cuatro tiempos.
Según el manual tenía 116 hp, mirando Google veo que sería un motor "188" de 3064 cc.
Aprendí a manejar en este auto.
Recuerdo la caja de tres marchas con palanca al volante. Marchas largas, generosas, permisivas, indulgentes. La primera, sin sincronizar (una extraña experiencia), servía sólo para empezar a mover el auto, ya a los veinte se podía enganchar la segunda. La segunda era increíble, era tan elástica que podía andar entre los veinte y noventa o cien, la verdad es que no sé decir hasta dónde llegaba porque a los ochenta ya se ponía tercera, la marcha menos usada, sobre todo en ciudad.
Los datos duros? Según revista Parabrisas, llegaba a cien con 3000 vueltas y a 120 con 3500. La máxima estaba en 146 km por hora.
Tenía cuatro tambores de freno que no resultaban eficientes, ni siquiera con los standards de ese tiempo. Pero para detener un auto que pocas veces iba a más de sesenta eran suficientes.
EL FUTURO DEL FUTURA
Con el tiempo, aprendí que "Futura" era la denominación que Ford usaba para su modelo top en términos de aspecto, aunque no necesariamente de confort, ni mucho menos deportivo.
Con respecto a los otros Falcones (no sé cuál será el plural de Falcon), el Futura tenía techo vinílico en color negro, butacas individuales adelante, separadas por una elegante consola con rayitas cromadas (el resto de los Falcones tenían un solo butacón adelante, en el cual entraban tres personas).
Atrás tenía un solo asiento pero dos respaldos separados por un práctico posa-brazo rebatible, una comodidad olvidada en nombre de la maximización de espacio y optimización del aprovechamiento de las plazas traseras. Hoy en día, los autos no tienen este cómodo adminículo, excepto las grandes berlinas de representación. No saben lo que se pierden!
Recuerdo que los asientos estaban tapizados con una tela que muy pronto se resecó, llenándose de grietas y luego agujeros (es la que se ve en las fotos, me refiero a la porción que bordea el asiento).
En algún momento mi viejo le puso unas fundas de plástico transparente pero eran terriblemente incómodas, sobre todo en verano.
El torpedo tenía sus formas estampadas en chapa un tono más oscuro que el color externo, pero la capilla del tablero era toda cromada y los comandos eran perillas de plástico negro con un ojal cromado. La radio tenía su fachada cromada y descansaba sobre una bagueta que también estaba cromada.
El conjunto no resultaba ergonométrico, ni intuitivo, ni fácil de interpretar, pero hay que admitir que tenía mucho estilo.
Las fotos son tomadas de la web, pero salvo los tres relojitos bajo el centro del tablero, el auto era tal cual lo que se ve en las fotos, incluso del mismo color.
El cromado se repetía en las manijas y alzacristales de las puertas. Hasta el volante tenía un “falso volante” cromado que oficiaba de botón de bocina!
Por fuera también tenía mucho cromado. Baguetas, embellecedores, picaportes, paragolpes, halcones muy estilizados, banderitas (!?) y otros adornos de naturaleza inexplicable. Mil chiches y detalles, por ejemplo, recuerdo unos insertos metálicos en los respaldos de los cuatro asientos.
AVENTURAS EN RAFAELA
Siguiendo con la revista Parabrisas, los periodistas estaban de acuerdo que lo peor del auto eran los frenos y la tenida del eje trasero, apenas sostenido por unas tristes ballestas y unos amortiguadores de juguete.
Para que se entienda mejor, les cuento la aventura de Rafaela.
Rafaela es un circuito de carreras en firma de óvalo, como si fuera un Indianápolis pampeano, el Indy en Santa Fe, nuestro Monza vernáculo.
Parece ser que -al menos a principio de los setenta- pagando un modesto óvolo se abría el ingreso al circuito a cualquiera que buscara alguna emoción fuerte para presumir ante el ocasional cuñado envidioso. Lo bueno es que no exigían ninguna norma de seguridad, ni siquiera cinturones de seguridad porque aún no se habían inventado, o no habían implementado en nuestra retrasada industria.
En defensa de mi viejo podemos decir que no había leído la revista Parabrisas ni ninguna otra que criticara la tenida del auto o su escaso poder frenante. Con menos de 35 años, prefería llenarse de sensaciones, llevándose el mundo por delante al volante de su hermoso Falcon.
Veníamos de viaje, el auto cargado con toda la familia y el baúl lleno de valijas. Qué podía salir mal?
Ingresaba al óvalo, con anteojos negros, sombrero de cowboy y guantes de manejo, aceleraba la segunda y apuraba la tercera, acercándose a donde la recta inicia un ligero peralte para transformarse en curva, el velocímetro marcando cien o tal vez un poco más...
Quizás fue alguna vibración, o la angustiante tendencia del auto a ignorar el giro inútil que mandaba el volante. Mi viejo no necesitó apretar el pedal de freno para saber que había algo mal, aunque tampoco pudo pensar demasiado porque su mente estaba ocupada proyectando toda su vida delante de sus ojos.
Afortunadamente, la familia tenía un Ángel de la Guarda que tomó al auto con sus manos invisibles y lo encarriló en una trayectoria medianamente segura mientras mi viejo dejaba sus uñas marcadas en el volante del Ford.
Al día de hoy, más de cuarenta años después, recuerda que el culo se le frunció a tal punto que no le hubiera entrado ni un alfiler.
LA HISTORIA DESPUÉS DE LA HISTORIA
A pesar de todo esto, el Falcon fue un auto fiel y duro.
Regresando de un viaje a San Juan, nos chocaron de costado.
Fue un terrible golpe que hubiera partido en dos a cualquier auto moderno.
El Falcon apenas si quedó con una puerta inutilizada y una llanta torcida, además de varios vidrios atomizados.
Se cambió la rueda y volvimos de San Juan, más de mil kilómetros sin vidrios y con una puerta atada con alambre, el Falcon superó su prueba de fuego.
El auto fue reparado a nuevo y en pocos meses el accidente era un recuerdo.
Muy poco tiempo después hubo un choque similar, aunque más cerca de casa, y del otro flanco.
Esta vez, el auto fue enviado a reparación completa.
EL COLOR DEL FUTURO
Cuarenta años después, noté que Ambrosio tenía la matriz del Falcon y la tentación de pedirle un Falcon fue grande. Hubo que rastrear el color (llamado Rosa Palm Springs, vean la cartilla más abajo), recordar el número de patente e improvisar algunos componentes imposibles de recrear.
Acá abajo una cartilla de colores de Ford, nuestro color era el quinto de la derecha.
POSFACIO - EL FUTURA DE AMBROSIO
Amigos míos, para mí ha sido un placer compartir este recuerdo en 3D, la nostalgia hecha autito. Antes de tenerlo en la mano, le mostré las fotos preliminares a mi viejo y se emocionó, gritando que estaba perfecto.
Hacía años que no lo veía así, hasta parecía que se estaba volviendo humano.
Yo me había emocionado mucho al reencontrarme con el color. Ahora, al revivir esas formas, el efecto se potenciaba en una suerte de gloriosa nostalgia, con todo el caudal emocional activado.
El modelo es un compendio de pequeños detalles, sobre todo en el interior, esas cosas que nadie puede ver pero que el modelista sabe que están.
Más allá de lo que se ve por fuera, el autito incluye volante con palanca de cambios, pedales, los paneles internos de puertas con herrajes y detalles, la consola entre los dos asientos, la radio y el tablero cromados, juro que la foto no le hace justicia porque se queda corta, incluso con la asistencia de la luz de Febo.
Quiero agradecer a Gustavo Ambrosio por su oficio y su profesionalidad.
SECRETOS DE FAMILIA
En este punto, tengo que confiarles un secreto familiar: mi viejo es daltónico, hay toda una gama de colores que no ve, no distingue y/o confunde.
Yo mismo, creo haber heredado cierta debilidad cromática. Distingo los colores primarios, pero me pierdo irremediablemente cuando me adentro en las zonas del celeste, verde, cian o turquesa.
Pero mi viejo tiene numerosas historias en las cuales esta condición lo expuso en irremediables situaciones de corte ridículo.
Hay anécdotas muy graciosas, de un tiempo en que el bulling familiar no estaba catalogado como actitud discriminatoria.
Por ejemplo, la escena del chapista mostrándole un pantone de colores, señalando el color Rosso Corsa y mi viejo aceptando la sugerencia pensando que era “marroncito”.
Así fue como luego del segundo arreglo general, el Falcon tuvo un cambio de color al rojo.
UN FALCON AL ROJO VIVO
Siempre dije que el rojo es para Ferraris, considero que desde que se inventaron los autos del Cavallino, ningún otro auto debería pintarse de rojo.
La gente de Ford no pensó lo mismo cuando incluyó el color rojo en el cartilla original de colores para Falcon.
Un despropósito, teniendo en cuenta el carácter aburguesado del Falcon, sobre todo la versión Futura que nos ocupa, que tenía todo menos aires deportivos.
Como para ilustrar mi descontento, pinté un Falcon Salvat que quede como quedó el pobre auto.
El Falcon Salvat es conocido, pero esta versión Pseudo Futura es propia y sin antecedentes, al sólo efecto de dar una idea de cómo quedó el Falcon luego del cambio de color.
Este Inolvidable hoy descansa en poder de mi viejo, que está muy contento con el modelo a escala que representa a su querido Falcon marroncito.
Aproveché para tomar algunas fotos comparativas de los dos halcones, no agregan nada pero son lindas:
Mi viejo vendió el Falcon rojo en 1980 o quizás un poco antes, para quedar al volante de un flamante Renault 12.
El 12 era lindo y se manejaba más fácil, pero esa es otra historia.
El Falcon se llevó mi infancia y mis primeros intentos de manejo, dejando un agujero triste.
That's All Folks!
Gaucho Man
el daltónico
Sinceramente me vino esta entrada como agua de mayo, ya que mencionaste hace poco que tu padre tuvo un Futura de éstos y me quedó la curiosidad de ver qué tal era el modelo real.
ResponderBorrarContaste tanto y tan bien que ahora puedo decir que conozco bastante el modelo, aunque ya presuponía lo de los frenos y las suspensiones. Era lo normal entonces en los coches yankis. Pero jamás te acababas esos motores tan poco apretados y eran ideales para andar inteminables kilómetros. Por cierto, vivan los reposabrazos abatibles traseros, mi Mazda los tiene también!
Siguiendo con el coche no me extraña que tu padre "flipase" con el modelito de Ambrosio. Por otra parte en los 60 aquí en España era impensable que alguien que no fuese rico tuviese este coche, que por otra parte jamás llegó. Como mucho podías aspirar a un 1500 y eso siendo médico o algo así. Era más que tener un BMW de los caros hoy día. Y ni pensar en el posterior Barreiros/Dodge GT.
Gracias por compartir el recuerdo y la miniatura, muy bella, pero en verdad me interesó mucho más la historia de vuestro Falcon que en gloria esté.
Antonio, cuando eres adulto, subes s un vehículo, lo manejas y punto. Seguramente recordarás las sensaciones de manejo pero no repararás en el modo que entra tu dedo en el agujero del tornillo del posabrazo, ni en la luz delantera que se ve más grande que tu cabeza o el olor de los asientos cuando en coche llevaba horas estacionado al sol. Son sensaciones, tan difíciles de recordar como de describir. El autito es spenas un ayuda nemoria, un objeto testimonial para decir "el Falcon era así".
BorrarQuizás para nosotros el Falcon fuera un "haiga" como dicen Ustedes, pero para los yankis era apenas un compacto, si hasta mide 10 cm menos que un Torino!
Tu Mazda debe medir apenas 10 o 15 cm menos que los 460 cm del Falcon (dicho sea de paso, bien por ese posabrazos trasero!).
Te entiendo, tuve las sensaciones que describes como diez veces, tantas como coches tuve!
BorrarTe corrijo un poco, mi Mazda hace 4.74 metros, por lo que hablas un Torino era algo más chico que mi coche.
Necesitaba maletero!! Y me gustan además los coches con presencia. Por otro lado pensé que el Falcon era mayor.
4,74 ? Eso es un portaaviones!
BorrarQue gran contador de historias eres tio, no me extrañaria nada que la gente se te quede embobado escuchandote.
ResponderBorrarEn especial me divirtio mucho la anecdota de la incursion del Futura en el autodromo.
El color original me recuerda al de los Simpson, pero opino que le iba mejor que el rojo fuego del repintado, a este tipo de de coche le van los colores pastel y no los primarios.
Bonito el Ambrosio y el gesto de cederlo a tu viejo.
Yo tambien tuve una vieja berlina Ford que era heredado de la familia y coincido contigo que era un coche muy robusto y aun con todos sus defectos se les coge mucho aprecio.
Un saludo para ti y tambien para tu padre daltonico y gracias por darnos a conocer las bondades del Falcon Futura.
Me gusta contar historias. Alguna vez quise dedicarme a las letras, escribía cuentos, gané un premio que consistía en la publicación de un libro, para lo cual debí presentar 80 páginas de material. Asi fue que tuve mi libro publicado (tirada de 80 ejemplares, con ISBN y todo). Pero más me divierten los autitos y los autitos!
BorrarEl Falcon color pastel ya se veía viejo en ese tiempo, recién aprendí a apreciarlo muchos años después.
Ah pues esa seria otra gran historia que contar.
BorrarSon historias cortas y -tal vez- divertidas, pero no tienen relación con el tema del blog, mejor las dejo donde están.
BorrarFantásticas anécdotas. Lo del circuito hoy en día es impensable, casi constituiría una denuncia ante las autoridades. Y lo del "El Caso del Cambio Fortuito de Color", con todo el respeto, me vas a perdonar, pues no quiero aprovecharme de la desgracia ajena, pero aún me duele la barriga de lo que me he llegado a reír. Genial. Cosas que pasan, y un cambio estético nunca viene mal. Además, así tienes la excusa para tener/regalar más de una versión de la miniatura.
ResponderBorrarAuténticos hierros, no quiero imaginar, con tres marchas, lo que aquellos coches podían llegar a gastar, aunque entonces la economía era otra. Bueno, todo era distinto, en realidad casi dos mundos diferentes.
Si el padre de usted (lo siento, aquí aún damos tratamiento de Usted y de Padre y Madre a quien debemos la vida), si su padre, digo, llegó a emocionarse, es que todo valió la pena, que le gustó, y más importante aún, que El Recuerdo de lo bueno, todavía permanece ahí, sin cambios. Que mereció la pena.
No quiero parecer exigente, ni mucho menos, pero estamos esperando la del R-12...
¡Un saludo!
No te rías así. Pintar el Falcon de rojo fue como pintarle bigotes a la Gioconda. Cometió el crimen del siglo y ni siquiera llegó a enterarse.
BorrarEl motor era una delicia, a menudo fantaseo con un Lotus Seven motorizado con un inline six de esos. Mucha cilindrada oero pocas vueltas, no consumía tanto como imaginas, leyendo viejos tests, veo que en ciudad gastaba tanto como mi actual Suran 1.6 , aproximadamente 7 km por litro.
La historia del R12 tiene menos glamour, pero es un intetesante desafío.
Interesantísimo leer las anécdotas que te dejó el Falcon. La grandeza del automóviles es que siendo objetos en muchos casos de pura utilidad nos dejan historias inolvidables. Estilísticamente me encanta, es reconocible como un coche yankee 100%, sobre todo siempre me gustaron sus ópticas traseras.
ResponderBorrarY el Falcon rojo, para mi gusto luce bien, es diferente. Saludos!
Gracias por tus comentarios.
BorrarLas ópticas son un resabio de la era astronáutica, pensálas como complemento de la línea de los laterales, como si fueran las toberas escupe fuego de una nave intergaláctica. El Falcon era de los últimos especímenes de la era de autos espaciales, un eslabón perdido entre los cohetes y los autos familiares.
Quizás el rojo fuera la señal de ese cambio de tiempos, el auto como objeto terrestre.
Qué buena historia y más aun su relato. Todos tenemos esos hermosos recuerdos de los autos que tuvieron nuestros padres, con los que dimos los primeros pasos en la conducción. Y muchos de esos aromas son característicos de cada auto, aún hoy subir a un Falcon de esa época te retrotrae automáticamente, lo mismo a un Renault 12, siempre hablando de autos bien conservados se entiende. Referente a la anécdota del autódromo, era como decís algo habitual, recuerdo haber entrado en unas vacaciones al del Zonda en San Juan, y dar unas vueltas alegres con el R12 de mi viejo, yo era chico unos 12 años, con mi vieja y mi hermano a bordo. Lo mismo en el de Balcarce, te dejaban pasar de visita sin problema, estando de veraneo en Mar del Plata hicimos alguna escapada también. Hoy todo cambió en ese aspecto.
ResponderBorrarEn cuanto a la réplica, muy bien hecha, y me imagino la expresión del viejo al verla.
Los apoyabrazos traseros siguen existiendo, mi auto lo tiene, y el de mi esposa también. Felicitaciones al Chef Gustavo!
Imagino que al ingresar te advertían mínimamente sobre los peligros o te hacían firmar un papel para deslindar responsabilidades. No tengo idea. Porque supongo que locos como mi viejo, había en cantidad y no todos tendrían tanta suerte.
BorrarLe daré tus felicitaciones al Chef!
Excelente pieza artesanal, vi que la habías subido al grupo de Face Book… exquisita diría. Y cuanto valor suma con tremenda carga emocional, que lindo el proceso de reproducción para que se parezca lo mas posible al original. Un lujo todo!!.
ResponderBorrarMe sumo al club de los daltonicos, pero en mi caso (por una afección congénita) no distingo ningún color, por loq ue ni si quiera me presto a confusilnes jaja.
saludos!
Fue una linda historia y con mucha carga, no por nada me salió un post tan largo.
BorrarAsí que también sos daltónico? y cómo te gusta más el Falcon? celestito o marroncito?
Algo parecido, en teoria vel en tonos de grices… me gusta el de Ambrosio!
BorrarEs que el de Anbrosio es gris clarito!
Borraraah por eso me gusta entonces! jaja
BorrarLa pintoresca sucesión de vehículos de su padre va de la mano con la oferta de aquellos años. Si bien parece una elección atrevida era lo que se encontraba bajo el capot de acuerdo a lo que se podía pagar.
ResponderBorrarEl daltonismo iguala el marroncito con el rojo y el rosa con el gris... menos mal que no lo quiso gris!
El modelo es un gran exponente de la capacidad local además de exclusivo... no hay suficientes felicitaciones
Creo que los dos primeros los compró de cero km, pero el Falcon fue una oportunidad de comprar a un jubilado que lo atesoraba en el garage sin usarlo durante cinco años, fue como comprar un cero pero a mitad de valor.
BorrarLástima no tener recursos para entender la economía de esos años, he pasado muchas horas tratando de entender cómo era la economía de mi familia; yo veía algo pero nunca supe si había algo más o algo menos.
Debo entender que a Usted le gusta más en rojo? Quizás el rojo era más moderno, pero el diseño seguía siendo viejo, nunca me gustó ese cambio (y debo confesar que en ese tiempo tampoco me gustaba ese Falcon).
A principios de los setenta, tendría unos 10 años, aprendí a manejar en el Falcon Futura (color crema) de mi abuelo; a los pocos meses pasé al Torino de papá: fue como ascender de manejar un tanque a un F1. Odiaba la palanca al volante... Concuerdo con las experiencias de Gaucho en Rafaela y Julián en el Zonda: yo las tuve en el circuito de Paraná, abierto todo el día para quién quisiera dar unas cuantas vueltas. Así como con el Falcon paseábamos por caminos vecinales, con el Torino le entraba al curvón peraltado del autódromo... Me encantaba usar el circuito chico (no el largo que hoy usa el TC y que en esos años estaba destruido), ya que a mitad del curvón tenía un retome con un pianito interno al que me trepaba con la rueda delantera izquierda. Recuerdo aún hoy las puteadas de papá "¿para qué entrás tan fuerte #%&$#@$%?".
ResponderBorrarAbrazo!
Te sabía torinero pero no sabía que hubieras sido tan velocista, muchacho loco!
BorrarEvidentemente eran otros tiempos.